La violencia de poner expectativas
Hace tiempo, cuando tenía apenas diecisiete años y sabía muchas cosas menos de las que ahora creo saber, conocí por primera vez a una feminista. (Nos refereriremos a ella en esta entrada como “La feminista”) Cuando supe que ella misma se nombraba así, me dió un poco de miedo, pero al mismo tiempo, algo en mi interior: curiosidad, intuición, algo, me hizo querer informarme más. Así que pasaba los días revisando la página de facebook de “la feminista”, fascinada por su manera de pensar, dándome cuenta que de alguna manera, lo que ella compartía ya había pasado alguna vez por mi cabeza, sin embargo, no sabía como llamarlo. Y ahora, ya podía nombrar muchas cosas, desde las experiencias que había vivido por nacer mujer, hasta las violencias sistémicas que me atravesaban. Dicen por ahí que una vez que te pones las gafas moradas, no hay vuelta atrás, empiezas a ver todo desde una perspectiva distinta, a veces dolorosa, debo admitir, pero la mayoría de las veces, liberadora y esperanzadora. “La feminista” me ayudó indirectamente a ponerme esas gafas, y por es razón, le tome un enorme cariño.
Pasó el tiempo, continúe con mi camino, cada día me involucraba más en espacios de mujeres que luchan, fue revelador para mí. Me di cuenta que, así como yo, había decenas de mujeres que también tenían las mismas quejas, aspiraciones, inquietudes y rebeldía. Fue un momento muy bonito en mi vida, pues considero, esos primeros acercamientos al que yo llamo “feminismo de las calles”, me hicieron enamorarme de la lucha, y construir hermosas amistades que hasta el día de hoy prevalecen.
En varias ocasiones, me topaba con “la feminista”, mucho tiempo la ví lejana, me consideraba más bien una fan. Es más, ni siquiera pensaba que ella supiera de mi existencia, y cuando de repente reaccionaba a alguna de mis publicaciones en redes sociales, me emocionaba, pues consideraba que era un honor que ella leyera algo de lo que yo tenía por compartir
¿Se han dado cuenta que los seres humanos tendemos a buscar ídolos todo el tiempo? No se muy bien el porqué, pero es muy común que engrandecer la existencia de otro/a, nos reconforte. Es una especie de lugar seguro. Por eso los fandoms son tan comunes, desde bandas como BTS, hasta el Señor Jesucristo, cuentan con un número importante de fieles seguidores y seguidoras. Por cierto, una disculpa de antemano al fandom de Jesucristo, sé que prefieren ser llamados feligreses, pero me es inevitable ser cínica de vez en cuando.
La idea de tener alguien a quién admirar, llenaba algo en mi interior, con “la feminista” me pasaba mucho. Me imaginaba como era, aunque solo la conocía a través de una pantalla y de vez en cuando la veía de lejos, estaba segura en mi interior, que yo sabía cómo era. Vivir con ese imaginario me hacía vivir feliz, pero al querer alabarla, estaba violentando su individualidad sin darme cuenta.
Para hacer el cuento corto, terminé formando una amistad con “La feminista”, nunca fuimos realmente cercanas, pero si compartiamos lugares, fiestas, incluso proyectos. Yo me sentía soñada, la mujer que había idealizado y admirado tanto, ya no era una imagen inalcanzable, ahora, éramos amigas.
Hasta que un día, algo pasó, no voy a dar detalles sucios porque no es mi estilo, pero hubo un par de situaciones que hicieron darme cuenta que la ética de esta mujer no estaba tan bien parada como la imagen que había creado en mi cabeza. Hubo dramas y peleas, en las que, a pesar de no estar directamente involucrada, si lo viví de cerca.
De pronto, ese “feministlan” idealizado en el que toda quien se llama feminista tiene valores y etica intachables, ya no era tan perfecto como parecía. De repente, “La feminista” ya no era esa super-mujer que todo lo hace bien y nunca se equivoca. Mi corazón estaba roto.
Me sentía como cuando por fin tienes una cita con la chica con la que has tenido un crush por meses, para al final descubrir que no tienen nada en común y que lo más interesante de ella es la manera en la que luce.
El tiempo pasó, yo seguía muy molesta con “La feminista” por haber roto todas mis expectativas sobre ella, por haberme fallado. Hasta que un día, en esta vida cíclica, me tocó vivir el otro lado de la moneda. Así es, también me tocó ser esa mujer idealizada en el imaginario de otra persona.Y también rompí todas sus ilusiones al no ser lo que ella esperaba de mí. Literalmente leí las palabras “no esperaba eso de ti, me decepcionaste”.
¡¿No esperabas eso de mi!? ¡Ni siquiera me conoces! me decía a mi misma enojada y un poco angustiada. Hasta que entendí, que las ilusiones que se habían roto sobre mi, eran en gran medida, culpa de la persona que en cuestión me había idealizado. Y deje de estar molesta con “la feminista”, porque comprendí que ni ella ni nadie me deben congruencia, mucho menos sobre una idea y una expectativa que yo cree sin fundamentos, a base de puras ideas e imaginación.
Por algún tiempo, creí que yo había sido la violentada porque mi corazón se sentía roto, sin embargo ahora lo veo distinto. Creo que el propio hecho de “exigirle” a otras mujeres cierta conducta, ideas, congruencia, es un acto patriarcal. ¿No nos la pasamos quejándonos de los roles de género y como es imposible entrar en tantos moldes? ¿No es acaso lo mismo creer que otra tiene que encajar los moldes que hemos puesto para ellas?
Entiendo la admiración, yo misma admiro profundamente a otras mujeres por sus actos, palabras, arte, valentía. Sin embargo, considero que, especialmente en espacios feministas, hay que promover las relaciones horizontales, y eso incluye bajar a todas de los pedestales, y desde abajo construir mundos nuevos.
-@soynahuí